El fentanilo es un analgésico opioide sintético que se utiliza para tratar el dolor agudo y crónico en pacientes que no responden a otros tratamientos. Pertenece al grupo ATC N02AB03 y se administra por vía intravenosa, transdérmica o intranasal.
En España, el fentanilo es uno de los opioides más utilizados en el tratamiento del dolor agudo y crónico. Según datos del Ministerio de Sanidad, en 2019 se dispensaron más de 2 millones de envases de fentanilo en las farmacias españolas.
El fentanilo actúa sobre los receptores opioides mu del sistema nervioso central, lo que produce una disminución del dolor y una sensación de bienestar. Sin embargo, también puede producir efectos secundarios como náuseas, vómitos, estreñimiento, somnolencia y mareo.
Es importante destacar que el fentanilo tiene un alto potencial adictivo y puede producir dependencia física y psicológica si se utiliza durante períodos prolongados o en dosis elevadas. Por esta razón, su uso debe ser supervisado por un médico especialista en dolor.
La administración intravenosa de fentanilo es la forma más comúnmente utilizada para tratar el dolor agudo en hospitales. Se administra a través de una bomba de infusión controlada por el paciente o por un profesional sanitario para garantizar una dosificación precisa.
La administración transdérmica de fentanilo se utiliza principalmente para tratar el dolor crónico moderado a severo en pacientes que no pueden tomar analgésicos orales o que requieren una dosificación constante durante un período prolongado de tiempo. El parche de fentanilo se aplica en la piel y libera el medicamento gradualmente durante un período de 72 horas.
La administración intranasal de fentanilo se utiliza para tratar el dolor agudo en pacientes que no pueden recibir analgesia intravenosa. Se administra a través de un dispositivo nasal que libera una dosis precisa del medicamento.
En resumen, el fentanilo es un analgésico opioide sintético utilizado para tratar el dolor agudo y crónico en pacientes que no responden a otros tratamientos. Su uso debe ser supervisado por un médico especialista en dolor debido a su alto potencial adictivo y efectos secundarios. En España, es uno de los opioides más utilizados para tratar el dolor y se administra por vía intravenosa, transdérmica o intranasal según las necesidades del paciente.