La eritromicina es un antibiótico macrólido utilizado para tratar diversas infecciones bacterianas. Se clasifica en el grupo ATC S01AA17 y se administra por vía oral o intravenosa.
En España, la eritromicina se encuentra disponible en diferentes presentaciones comerciales, incluyendo comprimidos, cápsulas y soluciones inyectables. Según datos estadísticos, en el año 2019 se dispensaron más de 1 millón de envases de eritromicina en las farmacias españolas.
La eritromicina actúa inhibiendo la síntesis proteica de las bacterias, lo que impide su crecimiento y reproducción. Es efectiva contra una amplia variedad de microorganismos grampositivos y algunos gramnegativos.
Entre las infecciones que pueden tratarse con eritromicina se encuentran la faringitis estreptocócica, la neumonía atípica, la difteria y la enfermedad del legionario. También puede utilizarse para tratar infecciones cutáneas como el acné y la rosácea.
Es importante tener en cuenta que la eritromicina puede causar efectos secundarios como náuseas, vómitos y diarrea. En casos raros también puede producir reacciones alérgicas graves como anafilaxia.
Además, debe evitarse su uso en pacientes con antecedentes de enfermedades hepáticas o renales graves ya que puede empeorar su condición. También debe tenerse precaución al administrarla a pacientes con arritmias cardíacas o miastenia gravis.
La dosis recomendada de eritromicina varía según el tipo de infección y la edad del paciente. En general, se administra de 250 a 500 mg cada 6 horas por vía oral o intravenosa.
En resumen, la eritromicina es un antibiótico efectivo para tratar diversas infecciones bacterianas. Sin embargo, su uso debe ser cuidadoso y bajo supervisión médica debido a los posibles efectos secundarios y contraindicaciones. Siempre es importante seguir las indicaciones del médico y no automedicarse con este u otros medicamentos.