Los antifúngicos son medicamentos utilizados para tratar infecciones causadas por hongos. Los antifúngicos de uso sistémico son aquellos que se administran por vía oral o intravenosa y actúan en todo el cuerpo. El grupo ATC J02A incluye los antifúngicos de uso sistémico.
En España, las infecciones fúngicas sistémicas son relativamente raras, pero pueden ser graves en pacientes con sistemas inmunológicos debilitados. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2019 se registraron 1.056 casos de candidiasis invasiva y 248 casos de aspergilosis invasiva en hospitales españoles.
Los antifúngicos de uso sistémico se dividen en tres categorías principales: polienos, azoles y equinocandinas.
Los polienos son los más antiguos y efectivos contra una amplia variedad de hongos. El más comúnmente utilizado es la anfotericina B, que se administra por vía intravenosa. Sin embargo, puede tener efectos secundarios graves como daño renal y hepático.
Los azoles son una clase más reciente de antifúngicos que actúan inhibiendo la síntesis del ergosterol, un componente importante de la membrana celular fúngica. Los azoles incluyen fluconazol, itraconazol y voriconazol. El fluconazol es el más utilizado debido a su eficacia contra Candida albicans y su buena tolerancia.
Las equinocandinas son una clase aún más reciente que actúa inhibiendo la síntesis del glucano, otro componente importante de la pared celular fúngica. Las equinocandinas incluyen caspofungina, micafungina y anidulafungina. Son efectivas contra Candida y Aspergillus, pero su uso está limitado por su alta toxicidad hepática.
Los antifúngicos de uso sistémico se utilizan para tratar infecciones fúngicas graves como candidiasis invasiva, aspergilosis invasiva y criptococosis. También se pueden utilizar para prevenir infecciones fúngicas en pacientes con sistemas inmunológicos debilitados, como aquellos que reciben quimioterapia o trasplantes de órganos.
Es importante tener en cuenta que los antifúngicos pueden interactuar con otros medicamentos y causar efectos secundarios graves. Por lo tanto, es necesario realizar una evaluación cuidadosa del paciente antes de prescribir un antifúngico de uso sistémico y monitorear regularmente su función renal y hepática durante el tratamiento.
En resumen, los antifúngicos de uso sistémico son medicamentos importantes para tratar infecciones fúngicas graves en pacientes con sistemas inmunológicos debilitados. Aunque las infecciones fúngicas sistémicas son relativamente raras en España, es importante conocer los diferentes tipos de antifúngicos disponibles y sus posibles efectos secundarios antes de prescribirlos a un paciente.